La Red Social

"Chico alto, cabello rubio, de el fútbol amante,
me encanta ver películas, y un buen restaurante."
En realidad me cohíbo mucho al escribir,
toda mi vida se resume a esta descripción de perfil.

Fue un buen día cuando te conocí,
en una red social la conversación se dejo fluir.
Tu nombre Teresa, una chica francesa,
para mis ojos muy atractiva,
eras soltera, y estudiabas medicina.

En algún lugar del mundo existe una persona que es perfecta para ti,
yo la encontré a ella, y ella me encontró a mi.

Deseaba conocerte, tentarme con tu aroma,
saber lo que sentías, cada día, cada hora.
Déjame conocerte, escucharte, poseerte,
saber como se siente, no solo leerte.

Deseaba conocerte, no solo por tus escritos,
sin verte te sentía parte de mi alma.
Deseaba conocer a una persona extraordinaria.

Deseaba conocerte, decirle adiós a la fantasía,
lo nuestro duraría... y no tendría fin.
Deseando conocerte,
me enfrentaba al "no tenerte."

Mi vida pendía de un hilo muy delgado,
un hilo entre "conectado" y "no conectado."
Cada vez que te veía ausente, mas lento se volvía mi presente,
me convertí de tu amor virtual un dependiente.

Tantas las ansias de conocernos, tanta la distancia,
pero nunca se rendía,
la malaventurada esperanza.

Bienaventuradas mis ganas de tenerte,
que con el tiempo maduraban,
días, semanas, años pasaban.

Amantes extranjeros que juntos nunca han estado,
un tanto adheridos,
un tanto separados.

Con el tiempo dedujiste que juntos nunca estaremos,
lastima que te diste cuenta 10 años luego,
desde el momento que nos conocimos,
nunca amantes, tampoco amigos.

Con mis ganas de tenerte y tus ganas de seguir adelante,
con los años un plan fui capaz de forjarme,
viajar hasta Francia para poder encontrarte.

Aun recordaba esa vieja foto de tu casa,
ese jardín, ese auto, ese viejo camino hasta la entrada,
ya la había encontrado, todo encajaba.

Titubee un poco al tocar tu puerta,
un minuto fue una eterna espera,
un hombre la abrió sólo para darme cuenta.

Me sentí algo enfermo, un poco afligido,
al saber que el hombre que abrió esa puerta era tu marido.

Eramos el trío perfecto. Tú, Yo, y la distancia.
Un círculo vicioso que nunca se debió diluir.
¿Qué tal si lo mejor está por venir?